Es evidente que a medida que nuestra demografía envejece resulta de especial interés profundizar en todos aquellos aspectos que van a transformar la fisionomía de nuestra sociedad y también nuestra forma de trabajar con el fin de detectar aquellas áreas de mejora pero también las potencialidades que ello conlleva. Si nos centramos en el ámbito laboral, lógicamente el envejecimiento tanto cognitivo como físico es una temática que puede tener diferentes ritmos y capacidad de adaptación de acuerdo al desempeño personal y la exigencia de cada sector.
Precisamente, esta es una de las cuestiones que ha abordado recientemente un artículo analítico del Banco de España cuyo título es Envejecimiento, productividad y situación laboral. Por ello, aprovechamos para aproximarnos a este fenómeno inherente a la sociedad en su interrelación con el desarrollo de una profesión colegiada.
Más presencia en las profesiones
El análisis del Banco de España nos muestra un estudio de los perfiles del envejecimiento a partir de los 50 años. Según diversos estudios, aunque el paso de los años contribuye a un deterioro en muchos planos, también señala que «los años en activo permiten acumular otro tipo de habilidades más relacionadas con la planificación o la capacidad de evaluación del trabajo ajeno, que son muy valiosas en determinados contextos».
En este sentido, se trata de condiciones que se encuentran más en sintonía con el ejercicio de una profesión colegiada, que se caracteriza por ser intensivo en conocimiento y en trato personal. Cuestiones que, por su propia esencia y debido a la práctica en la prestación, tienden a mejorar y ser más perfeccionados por el profesional con el paso de los años, lo que hace crecer su valor y su capacidad de atribuirlo a la sociedad.
Asimismo, hay otros factores de equilibrio que se producen: por ejemplo, en términos de sostenibilidad de las pensiones si los profesionales deciden alargar su vida laboral más allá de lo estipulado, o también otorgar un mayor y más amplio grado de cobertura al conjunto de la sociedad que mostrará diferentes problemáticas asociadas el envejecimiento generalizado.
Con este contexto no parece casual que según la distribución por sectores de la gente de edad más avanzada con educación elevada muestre que en España, «solo la Administración Pública, educación y sanidad acumulan el 50% de los trabajadores mayores, y el resto de los servicios el 21% entre los que destacan las actividades profesionales».
Un hecho que contrasta con otros sectores en los que la exigencia física es mayor, como es la hostelería y que produce un mayor incentivo a la retirada del mercado laboral de los trabajadores a medida que cumplen más años.
Formación continua, factor determinante
Un pilar en el que incide el Banco de España para retrasar el envejecimiento y favorecer un mayor grado de empleabilidad es la actualización formativa, pues «parece razonable que, para llegar de la mejor manera posible a la edad madura, es necesario ampliar la oferta de cursos de formación continua en edades tempranas de la carrera laboral para retrasar en la medida de lo posible el deterioro de las habilidades».
Es decir, estamos ante esquema que está en línea con el fomento de la formación continuada que realizan las corporaciones colegiales como uno de los cimientos para ofrecer el mejor y más actualizado servicio a los ciudadanos por parte de los profesionales y, que en consecuencia, puede ser sostenido en el tiempo.
Además, los avances tecnológicos que, previsiblemente, se irán incorporando durante los próximos años en la prestación de servicios profesionales podría enfocarse como un elemento positivo para favorecer un alargamiento de la vida laboral de aquellos profesionales que lo deseen. Básicamente, con la formación actualizada de estos profesionales de edad más avanzada, la tecnología puede ayudarles a descargar parte del esfuerzo físico y mental, y dedicarse más a la coordinación en la prestación del servicio, el trato personal y aplicar su mayor experiencia.