El escenario macro de estos días vuelve a mostrarnos que el vigor tan traído y llevado de la recuperación económica no es tal. Si el PIB se ralentizó hasta un tímido avance del 0,5% en el tercer trimestre respecto al segundo, en el que se supone mejor época para el empleo, el dato de inflación adelantada de octubre volvió a quedarse por cuarto mes seguido en negativo con un -0,1% anual. Es decir, el consumo no tiene suficiente confianza y capacidad lastrada además, por la excesiva moderación salarial. Un camino deflacionista que se confirmaría técnicamente en diciembre si el nivel de precios continua en tasas negativas.
Pero el análisis de los datos no debe desconectarnos de la realidad social que reflejan y que nos sacude. La evidencia esta semana era publicada por un informe de Unicef al alertar de la pobreza infantil en nuestro país, que en el periodo entre 2008 y 2012, deja 800.000 niños más en situación de carestía.
¿Cómo remediar esta situación?
Uno de los motivos que está reduciendo el impacto de la crisis y que sirve de red es la labor de miles de profesionales que cada día ejercen en sus diferentes ámbitos. Por ejemplo, desde los trabajadores y educadores sociales que, entre otras funciones, detectan y se ocupan de mejorar las problemáticas de la sociedad y trabajan por la integración de colectivos en riesgos de exclusión con herramientas formativas, respectivamente. También, los abogados que con el turno de oficio o en su especialización en materia de desahucios ofrecen un soporte social importante.
Mientras, se hace imprescindible dar un giro en las expectativas del mercado laboral. El Observatorio de Innovación en el Empleo señalaba recientemente en un informe que dentro de «los universitarios de Humanidades: un 89% cree que no conseguirá un puesto relacionado con su titulación. Las carreras relacionadas con la administración de empresas y las ingenierías recogen las cifras más bajas y, aún así, rondan el 75%».
El panorama, por tanto, exige más acción e implicación desde todos los estamentos de la sociedad civil con el fin de acabar con la precariedad social existente. En este sentido, existe un gran potencial de tejido profesional comprometido dentro del país que junto con las organizaciones colegiales tienen mucho que decir con su actividad cotidiana y fundamental de servicio a las personas.
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