Dentro de la amalgama de datos que estamos recibiendo en enero sobre lo ocurrido este último año, el pasado 18 de enero, el INE presentó el informe sobre los Indicadores de Actividad del Sector Servicios (IASS) y, como es casi habitual en materia económica, no fue positivo. Los resultados, recogidos desde los meses de noviembre de 2011 a 2012, indican la profundidad de la afectación que acusa el sector terciario que disminuyó un 7,8% en la cifra o volumen de negocios y bajó un 3% en empleo. Sin embargo, uno de los datos que quizá llamen más la atención —o no, por su tendencia— es la acentuada caída que ha mostrado el subsector de los servicios profesionales. En concreto, respecto a la cifra de negocio, se redujo un 10,9%, mientras que la ocupación, o lo que es lo mismo el empleo, se saldó con un retroceso de un 2,9%.
En el análisis más pormenorizado de cada rama de profesión, destaca el descenso pronunciado de los servicios técnicos de arquitectura e ingeniería junto con los ensayos y análisis técnicos ya que revelan cifras tan negativas como el desplome del 15,2% en cifra de negocio y del 4,5% en empleo.
Esta imagen de la evolución que han experimentado los servicios profesionales nos conduce a cuatro reflexiones principales:
Esta imagen de la evolución que han experimentado los servicios profesionales nos conduce a cuatro reflexiones principales:
1) El dato de la cifra de negocio refleja, en primer lugar, que el ajuste del subsector profesional se está produciendo y, de manera intensa, vía precios, fruto de la reducción de los honorarios y retribuciones de los profesionales en los servicios prestados. Y, en segundo lugar, la debilidad de la demanda interna, producto de la crisis económica, también manifiesta signos evidentes de agotamiento en estos servicios.
2) Por otro lado, la caída del empleo en un 3%, pone de relieve que, en muchos casos, una vez ajustado al máximo los márgenes de los honorarios, muchos profesionales se ven forzados a salir del mercado de forma individual o por sus empresas, lo cual, es una tendencia claramente negativa y que se retroalimenta.
3) En tercer lugar, el propio ajuste que está realizando el mercado de servicios profesionales descrito en precios y empleo se produce en un juego de competencia entre los profesionales bajo los cánones del modelo colegial llevando al menos a no deteriorar o limar la calidad de los servicios profesionales.
4) Dada la actual fórmula de control deontológico y ordenación de las profesiones por parte de los colegios profesionales articulada en torno a la figura de la colegiación, si bien, podemos afirmar que tiene margen de mejora, en un mercado de servicios profesionales y economía debilitada como la actual, llevar a cabo un proceso de liberalización sustentado en menores barreras de entrada y control, y en donde la creencia es que una oferta de profesionales mayor dará servicios de más calidad es difícil de sostener.Si sabemos que el control deontológico independiente que ejercen los colegios profesionales es el que está garantizando que el reajuste del mercado se produzca por los canales de calidad y eficiencia, ¿Qué ocurrirá, si este control es más débil o deja de existir? Una de las más consecuencias más perjudiciales sería que la competencia entre los profesionales traspasara el umbral de mínima calidad o límite de los parámetros que debe reunir un servicio profesional, un hecho, que entraría en conflicto con el derecho de los ciudadanos como consumidores.
¿Los profesionales van a tender a mejorar la calidad de sus servicios si tienen un menor control de su profesión y no pueden ser evaluados de forma clara por los clientes y pacientes? No olvidemos que según la teoría económica, un servicio profesional se encuadra dentro de la categoría ‘credence good’, es decir, bien basado en la confianza, por tanto, un cliente o paciente no puede comprobar el nivel cualitativo ni ex-ante o durante, ni ex-post.
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