Estos días somos testigos de una nueva confrontación entre dos modelos económicos en el sector de la movilidad urbana entre los taxis y las plataformas digitales de vehículos de transporte con conductor (VTC) de Uber y Cabify. Más allá de sus consideraciones concretas, la solución habrá de pasar por una regulación que deberá atender los nuevos hábitos de consumo del transporte privado atendidos por estas empresas asegurando la necesaria calidad y seguridad, para que puedan cohabitar con el servicio público del taxi, que habrá de alejarse también del mercado secundario especulativo de sus licencias. En definitiva, estamos ante un nuevo escenario planteado por la economía colaborativa que ha venido para quedarse y transformar muchos ámbitos a través de lo que se denomina uberización de la economía. En lo que nos ocupa en este blog, nos centramos en su impacto en el subsector de los servicios profesionales.
- Plataformas digitales sobre servicios profesionales
Es evidente que cada vez son más las plataformas digitales existentes en el ámbito de los servicios profesionales como los jurídicos o sanitarios. En ellas, el denominador común se centra en que los profesionales se registran y, de acuerdo a su especialización, se les asigna o pueden escoger qué servicio prestar dentro de la batería de cuestiones que plantean desde el otro lado, los potenciales clientes o pacientes. En resumen, hablamos de aplicaciones que acortan el tiempo de emparejamiento entre oferta y demanda en un mercado. Pero el mercado de los servicios profesionales tiene una serie de particularidades que es preciso atender.
A considerar por el profesional:
- Riesgo de industrializar la prestación de los servicios profesionales
Si algo caracteriza la prestación de servicios profesionales es el conocimiento especializado de los profesionales, la asimetría de información que acusa el cliente y paciente, y el carácter heterogéneo de cada servicio. Es decir, no es posible estandarizar ni clasificar la prestación de un servicio profesional pues cada cliente o paciente presenta unas singularidades que el profesional no puede obviar y que hace que la prestación deba ser heterogénea para que sea más efectiva.
Con estas aplicaciones se abre la puerta a distorsionar o no contemplar este marco en aras de una mayor productividad mal entendida en detrimento de los distintos recursos y tiempo necesarios que precisa cada usuario.
Algunos de los sistemas de incentivo, sobre todo en las de perfil jurídico, se sustentan en que a mayor cuota de suscripción pagada por el profesional, el flujo de clientes que se le ofrece tiende a ser mayor. A tal efecto, surgen algunos interrogantes o espacios difusos, dado que en algunas profesiones, sus códigos deontológicos no permiten que los ejercientes paguen algún tipo de contraprestación a un tercero para que se les suministre clientes. Situación que con ciertas dinámicas de estas aplicaciones se bordea.
Algunos de los sistemas de incentivo, sobre todo en las de perfil jurídico, se sustentan en que a mayor cuota de suscripción pagada por el profesional, el flujo de clientes que se le ofrece tiende a ser mayor. A tal efecto, surgen algunos interrogantes o espacios difusos, dado que en algunas profesiones, sus códigos deontológicos no permiten que los ejercientes paguen algún tipo de contraprestación a un tercero para que se les suministre clientes. Situación que con ciertas dinámicas de estas aplicaciones se bordea.
En otros, son los clientes los que exponen su caso y el máximo desembolso al que están dispuestos, dando lugar a una puja a la baja por los profesionales para hacerse con el caso. Sin duda, dinámicas peligrosas puesto que la calidad del servicio que recibe el usuario puede quedar muy comprometida.
A considerar por el usuario:
- Permanece el riesgo de selección adversa
Por otra parte, entre los bondades que arroja este nuevo modelo, cierto es la rapidez que puede lograrse en encontrar un profesional por parte de un usuario. A menudo, la exploración de estos puede ser errática, sesgada o, en el mejor de los casos, se obtiene una recomendación de algún profesional por parte de algún familiar o conocido. Sin embargo, ello no elimina el riesgo de selección adversa, pues no necesariamente los profesionales más competentes y adecuados pueden estar en la aplicación.
- La valoración de los usuarios sobre un profesional no es un parámetro fiable
En esta línea, que uno de los criterios en la elección del profesional sea la valoración que de estos han realizado los usuarios tampoco ha de ser un parámetro inequívoco. Entre otras cosas por dos cuestiones: la calidad de los servicios profesionales, como bienes de confianza definidos así en economía, no puede ser valorada con exactitud por el cliente o paciente en ningún momento de la prestación.
En el imaginario público suele asociarse que la consecución del éxito de un profesional se contempla especialmente cuando ha logrado lo que el usuario pretendía. No obstante, en ocasiones hay determinadas cuestiones técnicas o de salud que no pueden solventarse o llevarse a buen puerto aunque el profesional haya efectuado su prestación con la mejor coordinación de medios y conocimiento especializado.
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