"La consolidación totalizadora de Internet y las redes sociales supone, en la vida y hábitos cotidianos, un cambio de mayor trascendencia que el que en su día supuso la máquina de vapor o el motor de explosión". Lo dice Juan Goytisolo en su columna Lo reciente queda antiguo, publicada para el Día de Internet. La Red como transformadora de nuestra realidad social, de nuestro relato como individuos y como instituciones. Algo de lo que suele hablarse en el TrendSpain que, por estas fechas, organiza el consultor político Antonio Gutiérrez-Rubí de la mano de Google. En esta edición, sin ir más lejos, la sesión celebrada en Medialab-Prado estuvo centrada en la ciudad como laboratorio de participación ciudadana; tema del que puede descargarse la siguiente publicación: La ciudad, tecnolaboratorio ciudadano.
No fue casualidad que se hablara de gobiernos, de instituciones; porque, a veces, se nos olvida que aquellos y aquellas que dan forma a las ciudades, a los gobiernos, a las instituciones son aquellas personas que viven la transformación que supone en su día a día la tecnología, y cómo ésta ofrece otros caminos. No hablamos de una cultura del cambio, sino de un cambio de cultura. La horizontalidad no es una moda pasajera; no hay legitimación sin participación. Como bien apuntaron en esta sesión, el desafío está en lo político y no en lo tecnológico. En idear diseños participativos en sí mismos, que puedan anticiparse a procesos de presión, de cambio de regulación. Se impone un cambio del modelo de las instituciones donde la tecnología es el medio para la apertura, para la transparencia.
Desde este blog hemos insistido en esta tesis. Hemos hablado de datos abiertos y transparencia. Trabajamos con la idea de la cultura del buen dato, aquel que nos permita ser precisos con la realidad. En un presente en que las personas, los profesionales, se vuelcan en la Red -identidad y actividad se diluyen en el mar 2.0-, qué hacer con esa información, con esa actividad, se presenta como una oportunidad. Proyectos como Ojo al Data están, precisamente, interesados en el aumento exponencial del volumen de información resultado de los procesos científicos, económicos, sociales y culturales: cómo aprovechar todos estos datos para gestionar las ciudades con más eficiencia, para avanzar en la investigación científica, puede debatirse en este espacio. También puede visualizarse en la exposición Big Bang Data, de la que hablamos hace un año en la revista Profesiones.
Y aunque toda esta cuestión nos genera, sobre todo, esperanza en el cambio cultural, no podemos desdeñar que, al mismo tiempo, surgen cuestiones acerca de la seguridad y el control de los datos, la privacidad e intimidad de las personas, o la gobernanza de las infraestructuras y el acceso a la información que nos ponen alerta. Ahora más que nunca, la implicación transversal de un profesional responsable, un profesional que entienda este cambio cultural, se hace indispensable para el objetivo lógico, común, de una sociedad más justa.
Un modelo para innovar la implicación ciudadana de nuestras instituciones #TrendSpain pic.twitter.com/OTatdobELg
— Unión Profesional (@UProfesional) Mayo 7, 2015
Desde este blog hemos insistido en esta tesis. Hemos hablado de datos abiertos y transparencia. Trabajamos con la idea de la cultura del buen dato, aquel que nos permita ser precisos con la realidad. En un presente en que las personas, los profesionales, se vuelcan en la Red -identidad y actividad se diluyen en el mar 2.0-, qué hacer con esa información, con esa actividad, se presenta como una oportunidad. Proyectos como Ojo al Data están, precisamente, interesados en el aumento exponencial del volumen de información resultado de los procesos científicos, económicos, sociales y culturales: cómo aprovechar todos estos datos para gestionar las ciudades con más eficiencia, para avanzar en la investigación científica, puede debatirse en este espacio. También puede visualizarse en la exposición Big Bang Data, de la que hablamos hace un año en la revista Profesiones.
Y aunque toda esta cuestión nos genera, sobre todo, esperanza en el cambio cultural, no podemos desdeñar que, al mismo tiempo, surgen cuestiones acerca de la seguridad y el control de los datos, la privacidad e intimidad de las personas, o la gobernanza de las infraestructuras y el acceso a la información que nos ponen alerta. Ahora más que nunca, la implicación transversal de un profesional responsable, un profesional que entienda este cambio cultural, se hace indispensable para el objetivo lógico, común, de una sociedad más justa.
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