En el año 2025, el mercado relacionado con el modelo de Internet de las Cosas (Internet of Things, IoT) supondrá 1,1 billones de dólares en todo el mundo según un informe de la división Intelligence de GSMA, la organización internacional de operadores móviles y compañías relacionadas. Tal es el potencial del IoT, definido como la interconexión digital entre dispositivos para facilitar el uso de la tecnología por los usuarios, que en el periodo 2010 - 2025, los ingresos generados solo representarán el 5% de lo que se podría obtener únicamente en el 2025.
Las fuentes de estos ingresos provendrán, a juicio de GSMA, de manera esencial del segmento de aplicaciones, plataformas y el desarrollo de servicios, que concentrarán el 68% del crecimiento que se produzca. Justamente, en relación al sector terciario, sostiene que los servicios profesionales también tendrán un papel destacado al aglutinar el 27% de dicho crecimiento, casi un tercio del esperado.
Es evidente que la prestación de servicios profesionales avanza progresivamente en conjunción con elementos tecnológicos que facilitan y otorgan mayor precisión al ejercicio de los profesionales en todos los ámbitos y, especialmente, en los más técnicos. Sin embargo, se trata de un avance que siempre ha de ir acompañado de una filosofía de base como es ofrecer el mejor servicio al cliente y paciente bajo el esquema de responsabilidad, independencia de criterio y control deontológico, sustratos del acto profesional.
- Imbuir de ética a la inteligencia artificial
No se trata un tema baladí. La Comisión Europea (CE) trataba recientemente el tema de Inteligencia artificial: abordar los desafíos éticos y sociales en su novena reunión anual enmarcada en los encuentros que celebra desde el 2009 con representantes de organizaciones filosóficas y no confesionales bajo el artículo 17 del Tratado de Lisboa. En la reunión se discutieron asuntos acerca de las posibles repercusiones de la inteligencia artificial (IA) en materia de derechos, como la privacidad, dignidad o protección de los consumidores.
En esta línea, Frans Timmermans, vicepresidente primero de la CE, argumentó que «el mundo digital avanza más deprisa que el debate ético sobre lo que puede y debe permitirse online. No podemos permitir que ocurra lo mismo con la inteligencia artificial y la automatización . Debemos mantener el control de esta transformación y asegurarnos que sirva para promover nuestros valores y defender nuestro modelo social».
Como se deduce, el desarrollo tecnológico que estará protagonizado cada vez más por la inteligencia artifical (IA) en conjunción con el internet de las cosas (IoT), ha de ir aparejado inexorablemente por una ética en su funcionamiento que respete la articulación de los derechos fundamentales para que no queden obviados o sojuzgados a criterios exclusivamente económicos o técnicos.
En consecuencia, los profesionales y sus organizaciones colegiales pueden jugar un papel aún más relevante en ese espacio genuino de debate para la incorporación de elementos éticos, cristalizados en su deontología, en el diseño tecnológico y virtual que cada vez será más automatizado; pero no por ello, ha de dejar de ser menos humano, opaco e inseguro para nuestros derechos como ciudadanos.
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